Sabiendo que cada momento de tu vida te brinda la libertad y la oportunidad de expresar la alegría, si ése es tu deseo. Y sabiendo que no hay nada por lo que merezca la pena separarte de la felicidad, de la alegría y de Dios.
Amándote a ti mismo completamente, intensamente, pues cuando lo haces estás amando a Dios.
No hay amor más sublime en la vida que el amor del Yo. No existe amor más grande, pues a partir del abrazo del Yo existe la libertad. Y esa libertad es de donde nace la alegría.
Y gracias a ese nacimiento Dios es visto, conocido y abrazado. El amor más profundo, más grande y más significativo es el amor del Yo puro e inocente, la magnífica criatura que se sienta entre las paredes de la carne y que se mueve y contempla, crea, permite y es. Y cuando tú ames lo que eres, sin importar cómo seas, entonces conocerás esta magnífica esencia que yo amo, que se halla detrás de todos los rostros y dentro de todas las cosas.
Entonces amarás como Dios ama. Así es fácil amar y perdonar. Así es fácil ver a Dios en toda la vida.
Cuando amas lo que eres no hay cosa inconquistable ni inalcanzable.
Cuando realmente te amas a ti mismo, vives solamente en la luz de tu propia risa y viajas solamente por el camino de la alegría. Cuando estás enamorado de ti mismo, entonces, esa luz, esa fuerza unificada, esa felicidad, esa alegría, ese jubiloso estado de ser, se extiende a toda la humanidad.
Cuando el amor abunda dentro de tu maravilloso ser, el mundo, con todos sus desagrados, se convierte en algo hermoso, la vida se llena de sentido y de alegría, y la alegría, a través de la exuberancia de tu ser, inspira y glorifica toda la vida Y declara la pureza de tu ser.
No hay mayor propósito en la vida que vivir por el amor y la realización del ser. Y eso sólo puede alcanzarse participando en esta vida y haciendo aquello que te produce felicidad, sin importar lo que sea. Pues, ¿quién va a decir que algo está mal o que es malo para ti? Dios nunca lo diría, pues él será cada dirección que tú tomes y el resultado de cada cosa que experimentes. Y no preguntes a otros lo que piensan. ¡Qué sabrán ellos de la felicidad cuando sus vidas han estado cargadas con las mismas limitaciones que han plagado la tuya¡
El Padre impulsa la alegría hacia ti. Él siempre está ahí, esperando a que tú te abras para recibirla.
Eso es lo que quiere decir «Pedid y se os dará». Es muy simple sentir alegría todo el tiempo. Sabe que eres digno de ella.
La alegría engendra alegría. Porque cuando aceptas la alegría que recibes, esa alegría realza la que vendrá en tus mañanas y te abre a un recibimiento mayor.
Por ello es imperativo amarte a ti mismo cada momento, pues cuando lo haces, preparas el ritmo, si quieres, de los momentos que vendrán.
Cuando vives solamente por el amor y la alegría del Yo —preguntándote siempre qué te hace feliz y haciendo entonces lo que te digan tus sentimientos, sea lo que sea— esos momentos de éxtasis y regocijo quedan grabados en el alma de tu ser, que creará incluso más instantes de felicidad y alegría en los momentos que vendrán.
Cuantos más momentos pases siendo feliz y lleno de alegría, amándote a ti mismo y permitiéndote ser, más cerca estarás de ser la fuerza-Dios de toda la vida. Si vives tu vida de tal forma que todo lo que persigues en la vida lo haces para hacerte feliz, vivirás tu vida hasta su máximo destino.
Alcanzarás cosas milagrosas. Serás un ejemplo admirable del amor del Yo y de Dios.
Experimentarás y entenderás la gran belleza y el maravilloso enigma que eres. Y he aquí que, en lo que se llama el análisis final, habrás visto la cara de Dios, al darte cuenta de que es la tuya propia. Entonces estarás listo para una nueva eternidad de experiencia vital, en un nuevo y mayor entendimiento